domingo, 24 de junio de 2012

La barca y la red













 

La barca y la red

En la cubierta escucho el sonido de la brisa del mar. Las olas chocan contra el casco y a lo lejos, las nubes que se confunden con la línea del horizonte, se sumergen junto al cielo azul en las olas de un mar inalcanzable.

Otro día que pasa. Una marca más en la pared. Mi vida es un peregrinar eterno, un viaje que nunca cesa.

Lejos en mi memoria están los años alegres de mi juventud, esos tiempos felices en los que la risa me sumergía en un mundo de colores vivos, de brisas ligeras, de sensaciones plenas y de horizontes abiertos.

La vida ha cobrado su peaje. Sé que Caronte espera al final de mis viajes por mis monedas de plata. He aprendido a lidiar con el tiempo. Con mi barca he atravesado mares embravecidos mientras las olas negras de la noche intentaban devorarme en sus entrañas.

Ni las tormentas ni los crujidos amenazantes de sus vientos y huracanes, han podido alejarme del camino que el destino ha trazado en el mapa de mi vida.

Los días transcurren con el sol abrasando la piel de mi rostro y el cansancio encorvando mis espaldas. Mi pesca ha sido fructífera en esta jornada. Veo que tú has quedado entre las redes de mi barco.

No te asustes. Mi red no te hará daño. Mi barca cambia todo lo que toca en su viaje. Y luego todo es devuelto al mar para que siga su destino. Te llevaré a las entrañas de mi nave para mostrarte los tesoros que llevo en mis bodegas. Allí encontrarás cosas invaluables.

Cambio risas por llantos. Sueños por realidades. Dolor por compasión. Indiferencia por hermandad. Muerte por esperanza. Tú eliges. Soy un extraño mercader de la vida que abre para tí lo que hay en el interior de su nave. Doy cobijo a tu cuerpo y mientras descansas en mi nave reconforto tu alma antes de que vuelvas a la mar.

No creas que soy único, no. Somos muchos mercaderes que vagamos por las aguas interminables de la vida. Venimos de un puerto lejano apreciando la belleza de lo creado. Vemos esperanza en la fugacidad de la vida. Encontramos amor allí en donde nadie puede verlo.

Vemos la luz en la oscuridad de la noche. Tranquilidad en la tempestad. Esperanza en el dolor.

No necesitamos tocarte para saber que estás allí, en la inmensidad del mar.

No necesitamos hablarte para saber que nos escuchas.

Sube a mi nave. Dame algo de tí para llevarte algo de mis bodegas.

¿Qué esperas? Dame tu carga y llévate libertad.





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